sábado, mayo 2

Tierra de Quetzales

Alimentando la libertad
Foto Polo Gómez


Polo Gómez
30 Abril del 2009
Guatemala, Guatemala.

Hola querido diario, pues acá nos encontramos en el teclado de esta laptop, queriendo decir mil cosas y mis dedos no saben por donde empezar, ni como empezar, pero finalmente hoy se están atreviendo, así que comenzamos…
Te cuento que hoy día del niño ha sido un día espectacular, primero porque me recordó que mi niño interno se sigue escapando a jugar con las estrellas, sigue soñando, sigue viviendo.
Y si de vivir se trata pues que mejor en la tierra de los quetzales y de la gente cálida.
Hoy me despierto con la firme intención de disfrutar un poco de la ciudad, ciudad de contrates reflejados en su plaza de la Constitución, en donde igual ves al oficinista pasar a su sitio de trabajo, que los diversos personajes que deambulan en esta plaza, niños con problemática de calle oliendo el mundo en una estopa, trabajadores del sexo comercial vendiéndose al mejor postor, vendedoras tejedoras de ilusiones cargando a cuestas, turistas, en fin pobladores de misterios.
A un costado me encuentro con la Catedral, artífice de sueños de los antiguos católicos pobladores de Guatemala y que hoy, dicha fe está bastante deteriorada como la misma Santa Iglesia, y que ha sido raptada por otras creencias, ya sea el quinto sol, testigos de de Jehová, hermanos en la fe, evangelistas…
En el tercer altar del lado derecho, me complace ver a San Sebastián, mostrando su belleza y su nobleza irradiada en su figura celestial, dícese venerado por la comunidad de la diversidad sexual.
La blancura del interior del templo y el olor a incienso, invita a la reflexión, a la tranquilidad, a abstraerse de este mundo, pero oh sorpresa, al salir me tropiezo con un personaje avasallador, que igual dentro de su locura, maldice y vocifera contra el mismo y contra todos.
De lado derecho de Catedral está onmipotente el Palacio de Gobierno con su cantera amarilla deslavada y el polvo de siglos que le cobija, sus escaleras de mármol, sus pasillos amplios, sus arcos, en fin, cuanta belleza contenida en un solo espacio.
El vuelo de las palomas que habitan el centro de esta gran plaza, revolotean sobre nuestras cabezas despeinadas por el aire que anuncia un gran torrencial; Bernardo, Mario, Marco, José Antonio y yo, nos contentamos con el bullicio del mercado artesanal que nos llena de colores y de texturas, de voces, de precios, de intenciones de comprar, para finalmente caer en la tentación de adquirir al menos un detalle.
Para finalizar nuestra visita en este espacio, nos deleitamos con una comida en uno de los múltiples espacios existentes, el menú, una sopa Mein (pollo y sopa de fideo), sopa de verdura, milaneza, tortillas pequeñas hechas a mano, exquisitas!!! y agua de sandía combinada con melón, altamente recomendable.

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