miércoles, marzo 18

Las mujeres transgenéricas y transexuales



Angie Rueda
México DF, marzo 18 de 2009.
El estigma, la discriminación y la violencia que acompañan y sustentan al sistema de genero dominante, el cual prevalece hasta nuestros días, impone la subordinación de las mujeres y el menoscabo, e incluso anulación, de sus derechos humanos, dignidad, acceso a las oportunidades y a la igualdad de trato: Ello es así para todas las mujeres, y con mayor razón para aquéllas que formamos parte de los grupos histórica y estructuralmente vulnerados, quienes acumulamos variadas modalidades de discriminación y violación de nuestros derechos fundamentales.
Por otra parte, es también imprescindible que la sociedad y el Estado reconozcan la diversidad de mujeres que somos, con nuestras particularidades. Es necesario hacerlo en las concepciones, lenguaje, prácticas cotidianas, elaboración legislativa, formulación e implementación de políticas públicas y en la aplicación de la justicia, puesto que no existe una sola y única forma de ser mujeres.
Requerimos, se reconozca, respete, garantice y proteja tanto el principio de igualdad y el derecho a la no discriminación como el derecho a la diferencia, así como que se incorpore el respeto a la diversidad como componente ético de la convivencia social.
Las mujeres transgenéricas y transexuales enfrentamos, en primer lugar, una cadena de agravios: la negación de nuestra identidad de género y el intento -que ha buscado justificarse en argumentos religiosos, morales, éticos, legales, médicos y estadísticos- de excluirnos y descalificarnos con los anatemas de “inmorales”, “contranatura”, “anormales”, “pervertidos”, “enfermos”, “desviados” (así en masculino) y otros epítetos más, los cuales coinciden en que ignoran o niegan que la identidad de género -como la percepción íntima y subjetiva de saberse, sentirse y ser mujeres u hombres- no siempre coincide con los genitales.
Las mujeres transgenéricas y transexuales somos mujeres, aunque hayamos nacido con cuerpos de varón o no tengamos la anatomía o la apariencia de otras mujeres en nuestra sociedad.
Es necesario puntualizar al respecto. Si bien es cierto que comúnmente se entiende la transgeneridad y transexualidad como expresiones de la diversidad sexual o sexogenérica, lo que es correcto -porque compartimos con lesbianas, homosexuales, bisexuales e intersexuales, y con las y los mismos heterosexuales la riqueza de la diversidad humana y padecemos, al mismo tiempo, la imposición de la sociedad patriarcal, sexista y heterocentrista, y que por ello compartimos luchas por el pleno reconocimiento, respeto, defensa, protección y promoción de los derechos humanos y la dignidad de la población LGBTTTI-, también lo es que nuestra condición humana tiene que ver, precisamente, con el género y específicamente con la identidad de género, esto es, con nuestra identificación como mujeres u hombres.
El rechazo y la exclusión que vivimos las mujeres transgenéricas y transexuales continúan al negársenos el reconocimiento a la personalidad jurídica de nuestra identidad de género -con excepción en México, del Distrito Federal-, lo que vulnera nuestra seguridad jurídica y nos vuelve indocumentadas en nuestro propio país, en mexicanas de una calidad ciudadana inferior.
Nosotras no contamos con documentación oficial para identificarnos como quienes realmente somos, entre ellos los que avalan la formación profesional adquirida, reduciéndose o incluso anulándose, las oportunidades laborales y de desarrollo personal y social.
Asimismo, sin el acceso a los servicios públicos de salud ofrecidos por el Estado mexicano a su población, a fin de que las personas transgenéricas y transexuales logremos llevar a cabo el proceso de reasignación para la concordancia sexogenérica, que nos permita poner en consonancia nuestro cuerpo con nuestra identidad de género, se nos estará negando el derecho a la salud, entendida como el disfrute del mayor nivel posible de salud física, emocional y psicosocial, tal y como lo establecen las organizaciones Mundial y Panamericana de la Salud.
El estigma y el rechazo social vividos nos vuelven sujetos de discriminación continua, de exclusión y violencia que puede llegar hasta el asesinato. Se trata de crímenes de odio por homofobia o transfobia, en los que las agresiones y violencia física, sexual y psicológica contra las mujeres transgenéricas y transexuales pretenden ajusticiar y eliminar aquello que los agresores temen descubrir en sí mismos. Se nos busca hacer pagar, a las mujeres trans, por el atrevimiento de romper la omertá del código masculino, de no aceptar los privilegios de “ser hombres”, de buscar con todo nuestro ser se nos reconozca como quienes realmente somos, como mujeres.
La discriminación y la violencia contra las mujeres transgenéricas y transexuales comienza en la familia, cuando sus integrantes ejercen la violencia física, psicológica y simbólica contra la hija o la hermana que no aceptan vivir negando su identidad de género y en un cuerpo en el que se sienten encerradas. La discriminación y la violencia se reproducen en la escuela, la calle o el empleo a través de burlas, humillaciones, ofensas y golpes. La violencia la ejercen aquellos profesionistas de la salud que imponen a las personas trans el consumo de antidepresivos y de hormonas del sexo de nacimiento, en el vano intento de que el cuerpo fuerce a la mente a aceptar lo que la identidad de género rechaza.
Las reformas y adiciones que acaban de entrar en vigor, el pasado 24 de noviembre, a los códigos Civil, de Procedimientos Civiles y Financiero del DF, sin anotaciones marginales discriminatorias, partiendo de la propia autodefinición de la persona trans y sin necesidad de llegar a la Cirugía de Reasignación Sexual, son un paso en la dirección del reconocimiento, respeto y protección de nuestros derechos fundamentales, lo que coloca a la legislación de la Ciudad de México en a materia como una de las más adelantadas de todo el continente.
Falta su correspondiente aprobación a nivel federal (iniciativas presentadas el 26 de abril de 2006 y el 6 de marzo de 2007), y tanto a nivel federal como en el DF, se necesita garantizar nuestro acceso a los servicios públicos de salud para la reasignación de concordancia sexogenérica. Requerimos reconocimiento a nuestras capacidades y formación profesional para desempeñarnos en las áreas laborales para las que nos preparamos y poder aportar así al progreso social de nuestra nación.
No queremos, como han sido forzadas otras compañeras trans, a engrosar las filas de la emigración a Canadá o a España, porque nuestro propio país nos niega la oportunidad de vivir y trabajar en la tierra donde nacimos y a la que amamos. No aceptamos que se reduzcan nuestras alternativas de vida al trabajo sexual, al estilismo y al espectáculo –actividades respetables y en las que se deben salvaguardar los derechos de las mujeres que en ellas se desenvuelven—para reproducir los estereotipos y prejuicios de la doble moral de las sociedades patriarcales, sexistas y homofóbicas.
Necesitamos que se nos incluya en leyes, programas y sistemas que a nivel federal y estatal reconocen y promueven la igualdad entre mujeres y hombres y los que buscan asegurar el acceso de las mujeres a una vida libre de violencia. En específico, consideramos fundamental que en el articulado de la Ley de Igualdad Sustantiva entre Mujeres y Hombres en el Distrito Federal (publicada en la Gaceta Oficial del Distrito Federal el 15 de mayo de 2007) y en el de la Ley de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia para el Distrito Federal (publicada en la citada gaceta el 29 de enero de 2008) se nos incorpore a su protección, reconociendo explícitamente la diversidad de mujeres que somos y a la identidad de género como componente fundamental de la concepción misma de mujer, la que no se deriva únicamente de la genitalia.
Demandamos también que en los Códigos Penales Federal y de las entidades federativas se incluya la figura jurídica de crímenes de odio, equiparable a la tortura, los tratos y castigos crueles, inhumanos y degradantes, de acuerdo con la normativa internacional que México ha firmado y ratificado, especificando el caso de la transfobia y la misoginia.
La transexualidad y la transgeneridad son condiciones humanas, tanto como la de quienes no son trans y, por lo mismo, tenemos derechos fundamentales y dignidad.

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