Hasta el 77% de las muertes se deben a una detección en fase avanzada y en España el 28% de los diagnósticos llegan tarde para la máxima eficacia
05.04.09 -M. MEDIAVILLA
05.04.09 -M. MEDIAVILLA
En el VIH, el tiempo es vida. Mientras la detección precoz del virus causante del sida ayuda a reducir la mortalidad a corto plazo (56% menos), el diagnóstico tardío se asocia a un peor pronóstico: hasta un 77% de fallecimientos relacionados con la enfermedad puede ser atribuido a ese retraso. La situación preocupa seriamente en Europa, donde entre un 15% y un 38% de pacientes (28% en el caso de España) recibe el dictamen médico cuando la infección está ya en fase avanzada y se hace más difícil conseguir éxitos terapéuticos.
Especialistas europeos han debatido el problema en un encuentro en Old Windsor, al oeste de Londres, sobre «El tratamiento del VIH en pacientes con diagnóstico tardío». Y han dejado claros dos mensajes. El primero, las graves consecuencias de ese retraso en la detección: más riesgo de morbilidad y mortalidad por sida, más peligro de enfermedades -cardiovasculares, oncológicas, hepáticas-- no ligadas al VIH, peor respuesta a la terapia antirretroviral, más coste sanitario y más riesgo de transmitir el virus a otras personas. Y el segundo, la urgente necesidad de aumentar la conciencia de la población y de la propia profesión médica para «hacer el test del VIH-sida más fácil y accesible para más gente» y así «tener oportunidad de tratamiento».
30% sin diagnosticar
Lo subrayaron Margaret Johnson, del hospital londinense Royal Free Hampstead, y Jürgen Rockstroh, de la Clínica Universitaria de Bonn, que también abogaron por unificar la definición de diagnóstico tardío y las recomendaciones de a quién hacer la prueba. Pero todavía hay división, aclaró Santiago Moreno, del madrileño Ramón y Cajal. Mientras Estados Unidos apuesta desde 2006 por realizar el test en cualquier centro sanitario mientras la persona afectada no se niegue (eso ha permitido rebajar del 40% al 7% la gente que sale sin hacerse la prueba de las clínicas de enfermedades de transmisión sexual), Europa prefiere definir una serie de patologías «indicadoras que aconsejan el test» y que el médico de familia debería conocer para sugerirlo. Donde debería ser obligatorio es en «contextos de alto riesgo» de infección, como prisiones o centros de desintoxicación.
«Mucha gente seropositiva no se hace la prueba hasta muy tarde», remarcó Johnson, que cifró en un 30% los europeos con VIH que no han sido diagnosticados. Y eso sucede incluso en países donde el tratamiento es gratuito, añadió la experta británica, que lo atribuyó «al estigma y a la falta de conciencia de algunas comunidades inmigrantes sobre la eficacia de los tratamientos». De hecho, los perfiles típicos en los diagnósticos tardíos incluyen a inmigrantes y poblaciones estigmatizadas, y se completan con mayores de 45-50 años, heterosexuales, gente que no percibe el riesgo de infección y personas de estatus socioeconómico bajo; algunos estudios también recogen una variable masculina dominante.
La moraleja del encuentro es que no puede demorarse el test del VIH, porque su tratamiento eficaz dependerá en gran medida de la detección temprana. De ahí la insistencia en que hacen falta guías europeas comunes sobre la llamada «prueba del sida». En la misma línea, acaba de crearse en nuestro país la Plataforma «VIH en España: Juntos para un diagnóstico precoz», que pretende aunar los esfuerzos de personal sanitario, pacientes, organizaciones no gubernamentales e instituciones políticas. En 2007 se detectaron 1.345 nuevos casos, lo que elevó el total a 76.386, pero se estima que hay 150.000 españoles infectados y que el 30% ni siquiera lo sabe.
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