lunes, agosto 22
Respuesta a Juan Jacobo Hernández
Alejandro Brito Lemus
México DF, julio 29 de 2011.
Estimado Juan Jacobo:
No podemos estar más de acuerdo con lo que planteas en tu extraordinaria y valiente intervención en la inauguración del XII Congreso Nacional sobre VIH/SIDA. Valiente porque te atreves a exponer una situación que desde hace algún tiempo está afectando la respuesta nacional a la epidemia, y que a pesar del malestar y el desgaste que significa, nadie se había atrevido a abordarla de manera tan frontal y en el máximo foro nacional sobre el tema como tú lo haces.
¿Qué nos está pasando?, ¿cuándo perdimos la capacidad de diálogo, del disenso civilizado y dimos paso a la diatriba, la descalificación y a los ataques?, preguntas acertadamente. Y te doy la razón: no debemos temer al disenso, discrepar no solo es sano sino necesario. Pero hay quienes confunden el disenso y la crítica con el ataque personalizado y responden en consecuencia. Ese es uno de los peores vicios, muestra clara de inmadurez, que genera los conflictos a los que te refieres y contribuyen a pervertir las relaciones entre los actores de la respuesta a la epidemia y dan al traste con la posibilidad de colaboración.
La autocrítica es un ejercicio de madurez y de salud mental, pero desgraciadamente es una actitud poco valorada en nuestro medio. “Hemos degradado la capacidad de diálogo y tenemos la obligación ética de recomponerla”, tus palabras suenan fuerte pero son muy justas. Y a tu lista de las “cuestiones netamente viscerales, de egos maltratados y envidias irracionales entre dirigentes” que están fracturando las relaciones, yo agregaría también a la soberbia y a la prepotencia. Estoy de acuerdo en que a todos nos toca apechugar y hacer de tripas corazón en cuestión de tolerancia, respeto e inclusión, pero quienes están más obligados a serlo, a quienes toca conciliar en lugar de dividir, escuchar en lugar de imponerse a dialogar en lugar de actuar de manera facciosa es a las autoridades, es una de sus funciones como servidores públicos.
Siempre hemos mantenido una actitud crítica como dices, porque ese es nuestro rol, nuestra función y compromiso como integrantes de la sociedad civil, pero también hemos sido propositivos y hemos colaborado cuando ha sido posible. Al reclamo ha seguido la propuesta. Siempre mantuvimos el diálogo con el Censida a pesar de los disensos y de las críticas porque cada uno entendía cuál era su función. Y nunca nos habíamos topado con tal cerrazón y censura por esa postura crítica como hasta ahora. No lo esperábamos, y menos viniendo de antiguos compañeros, ahora funcionarios públicos, que en el pasado empujamos juntos y ayudamos a enderezar la política pública sobre sida. Esa incapacidad actual de interacción con la sociedad civil la percibimos como un retroceso en las relaciones ganadas entre ambos sectores en el pasado.
Te agradezco la alusión que haces sobre mi ausencia en el Congreso. Soy el primero en lamentarlo, yo me lo pierdo. Pero lo consideré prudente para no abonar más a las situaciones conflictivas a las que aludes. Sin embargo, tu interpelación me llevó a reflexionar y darte la razón: ausentarse y guardar silencio no es la manera de solucionar los conflictos, ni de dar paso al entendimiento.
Tu llamado nos toca a todos y todas y no debe quedar en el aire. Por lo pronto, nosotros extendemos el acuse de recibido por la parte que nos toca y refrendamos nuestra apuesta por el diálogo para construir consensos sobre “los temas prioritarios que deben ocuparnos como sociedad civil organizada” y, a partir de ahí, articular acciones.
Sobre todo ahora que a nivel mundial hay un nuevo optimismo sobre la posibilidad de desterrar al VIH a partir de los buenos resultados arrojados por las investigaciones sobre el efecto de los tratamientos en la prevención de nuevas infecciones.
Recibe un fuerte abrazo,
Alejandro Brito
Director general
Letra S, Sida, Cultura y
Vida Cotidiana A.C.
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