lunes, agosto 22

Reflexiones de Juan Jacobo Hernández sobre la lucha contra el VIH/sida en México


Fotografía Polo Gómez

Villahermosa, Tabasco, julio 27 de 2011.
Palabras de Juan Jacobo Hernández Chávez en el IV Foro Comunitario-XII Congreso Tabasco

Dedicado con amor y respeto a Quetzalcóatl, Bárbara y Christian Iván,
víctimas más recientes de crímenes de odio por homofobia/transfobia

Buenas tardes a todas y todos los participantes, facilitadores e invitados a esta importante reunión. Quiero agradecer en primer lugar la invitación para compartir con ustedes unas breves reflexiones personales, naturalmente sesgadas, sobre donde veo yo que estamos tras 30 años de acción comunitaria que sabemos está llena de logros y de asignaturas pendientes, de altibajos, aciertos y errores. La reflexión debiera movernos en torno a un anhelo compartido: poder construir juntos caminos posibles que nos permitan avanzar de manera eficaz y mejorada en lo que hacemos con tanta entrega, convicción y compromiso; es por ello que abordaré temas que vayan más allá de auto- alabanzas al trabajo comunitario.

Mi primera pregunta/reflexión: ¿cuál será la mejor manera de aprovechar el entusiasmo, la creatividad y la inteligencia de quienes trabajan activamente y con convicción desde la sociedad civil, para materializar los ambiciosos puntos de nuestra agenda futura y asentarlos de manera orgánica dentro del quehacer de nuestras organizaciones; de darles seguimiento, mantenerlos vivos y obtener los resultados que nos hemos planteado? Para ello contamos con un capital social valioso, diverso y sólido representado por el colectivo de OSC aquí reunido, reflejo de la riqueza y la variedad de cómo respondemos. Este capital lo hemos construido a lo largo de 30 años, y si bien en algunas ocasiones ha sido un capital numéricamente copioso, bien sabemos que es un capital con cierta fragilidad que necesita de mantenimiento y atención continuos, como cualquier ente vivo.

Vivimos tiempos difíciles y recurriendo a una metáfora literaria, estos son malos tiempos para la lírica… El contexto general no nos es favorable: tenemos una epidemia que no deja de crecer así sea de manera amortiguada y lenta; el VIH-sida ha dejado de ocupar espacios importantes en los medios de comunicación masiva dando la percepción riesgosa entre la sociedad en general de que el VIH-sida ya no es un problema; México dejó de ser prioridad para los donantes internacionales y los recursos que aportan los gobiernos para fortalecer el trabajo de las OSC, que si bien se han sostenido desde hace más de 5 años, resultan insuficientes para atender la demanda creciente de las OSC.

Ello me lleva a una segunda reflexión sobre la naturaleza crítica de las relaciones entre nosotros como OSC y con otros actores clave en la respuesta: los gobiernos. Podríamos rescatar algunos ejemplos alentadores de asociación virtuosa entre gobiernos y OSC fraternas que, reconociendo sus ventajas comparativas y respetando sus atribuciones, han logrado trabajar conjuntamente para hacer una incidencia más eficaz en la respuesta a la epidemia, asegurando el respeto de los DDHH y contribuyendo a reducir el estigma y la discriminación asociados al VIH y la diversidad sexual.

Desafortunadamente estos ejemplos son minoritarios. Prevalecen para desgracia e infortunio de la respuesta al VIH y a las violaciones de los DDHH del colectivo de la diversidad sexual, situaciones conflictivas y vicios en las maneras en que los actores de la respuesta se relacionan y estas maneras oscurecen el horizonte, obstaculizan el trabajo conjunto y abonan al disenso irracional. Ejemplos sobran para ilustrar lo anterior, pero en lo personal encuentro un anti-modelo que resume una prevalencia dañina de abuso verbal de unos contra otros, incluidos los gobiernos. Y al toro por los cuernos: me refiero concretamente a la serie de libelos anónimos, cobardes y difamadores contra tirios y troyanos que circulan por internet. La infidencia que reflejan, la infamia con la que se expresan de sus adversarios y la vulgaridad a la que nos someten al enviarlos a nuestros correos son francamente vergonzosas. No quiero ni voy a defender a ninguna autoridad ni a ninguna de las OSC aludidas, que ellas saben y se pueden defender solas, si quieren. Pero constato que son una muestra palpable de que allí hemos tocado fondo, que nos hemos faltado atrozmente al respeto y que se han perdido los límites de la decencia, la ética y la tolerancia cuando nos hacen cómplices con su lectura silenciosa sobre la manera vejatoria, homofóbica e insultante con que tratan a quienes no son ni piensan ni actúan como sus cobardes autores.

Hemos atestiguado también como se fracturan los micro-espacios locales por cuestiones netamente viscerales, de egos maltratados y envidias irracionales entre dirigentes, que más trágicamente se avivan cuando más unidos debiéramos estar en la respuesta. Incluso cuando denunciamos los asesinatos de activistas de VIH y de la diversidad sexual es cuando más competimos entre nosotros para ser los primeros en enarbolar la bandera de la justicia. “La mía es la buena”, parecemos leer entre líneas. Para mí, ello ilustra la gran necesidad de una intervención urgente para fortalecer liderazgos reconocidos, formar nuevos líderes y establecer mecanismos de solución de conflictos que abonen al buen entendimiento y la buena relación entre adversarios, en un marco ético y de respeto.

La exclusión y la descalificación del otro son elementos adicionales que han pasado a convertirse de manera perniciosa en una forma indeseable de relación, alimentada desde hace ya muchos años, demasiados, por la ausencia de espacios periódicos donde podamos construir consensos, articular acciones, compartir saberes, sistematizar logros y enriquecer visiones. No podemos perder oportunidades para construir y dar mantenimiento a un entendimiento compartido sobre los temas prioritarios que deben ocuparnos como sociedad civil organizada. A nuestro pesar y desafortunadamente por exceso de trabajo, inercia, indolencia, desinterés, falta de voluntad, o decidida mala fe, hemos degradado la capacidad de diálogo y tenemos la obligación ética de recomponerla. Nunca es tarde para ello.

Aquí en este Foro, en este Congreso hay presencias y voces de colegas que nos faltan – que no están aquí porque con razón o sin ella decidieron no venir porque sintieron que serían vetados, que no serían bienvenidos, que serían aislados. Aquí deberían estar presentes Alejandro Brito, Luis Adrián Quiroz, Víctor Dante, Andrea González, compañeros de ruta de hace muchos años que tienen mucho que decir, que tienen mucho que aportar, que levantan la voz aunque a muchos no les cuadre ni su estilo, ni su tono ni sus planteamientos. Esas voces críticas son indispensables, son el acicate de nuestra conciencia, son el clamor por ser responsables, transparentes, justos. No debemos permitir que se excluya a nadie más nunca más, ni debemos ser nosotros mismos excluyentes. Desterremos la hipocresía y el doble discurso, no es difícil y si se quiere, se puede.

Y me pregunto: ¿Qué nos está pasando? ¿Qué debemos hacer para desterrar los caminos de la diatriba, el insulto y la exclusión como herramientas para dirimir disenso, para imponer o hacer oír nuestra voz? ¿Dónde, cuándo perdimos la cordura, la inteligencia, la dignidad y el decoro para debatir con racionalidad sobre temas que nos interesan? ¿Por qué hemos dejado de ser generosos, de reconocer los apoyos que se nos dan y que en aras de un purismo social-civilista nos lleva de manera ingrata a echar de su propia casa a quienes nos brindan apoyo para realizar nuestros foros? Algo anda mal, muy mal y sólo nos atrevemos a abordarlo en corrillos, como anécdota chismosa y ahí muere. Esto debe terminar.

El disenso es sano, los ataques, la descalificación no lo son; y no sólo afectan a aquellos contra quienes se dirigen: afectan la respuesta de país, y si permitimos que ello continúe, se hará un daño irreparable a la confianza y el compromiso de quienes se entregan con convicción y amor a las acciones que emanan de la respuesta.

En lo personal no acepto las consignas de algunos colegas que aseguran - como si fuesen personajes de tragedia griega predestinados al fracaso, la división o la muerte- que jamás podrán cruzar palabra o espacio con alguien con quien ha tenido dificultades o pleitos. Y yo les digo: Mientras pensemos, mientras estemos vivos se puede, se tiene que poder. Es nuestra obligación. Y citando a Fito Páez, “¿Quien dijo que todo está perdido? ¡Hoy vengo a ofrecer mi corazón!”. Amigas, amigos, los invito a reflexionar y a incluir en sus espacios de reflexión individual y grupal la recuperación del diálogo, de la concordia y del disenso respetuoso y digno. Nosotros no merecemos menos. Nuestros muertos no merecen menos. México no merece menos.

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