Envio a ustedes la columna Sexo Diversidad Publicada el pasado 25 de diciembre en el diario la Prensa
Saludos Cordiales
Mario Arteaga
Por Ana María León de Martínez*
Fue hace 10 años, fue una navidad particular porque tenía mucho que no había tanta gente en nuestra casa. Honestamente hoy no recuerdo muchos detalles de la cena o el intercambio de regalos, para mí esa noche quedó marcada por lo que ocurrió cuando la mayoría se había retirado a dormir.
Estaba en la cocina cuando Carlos, uno de mis hijos entró y sin más me soltó: “Mamá, quiero hablar contigo sobre algo importante”. En un instante pasaron mil ideas por mi cabeza, creí que se había metido en algún problema, poco usual en él que nunca me había dado uno. “Estoy enamorado” lo abracé con fuerza y reí, que cosa tan maravillosa, a sus 24 años Carlos nunca había hablado de sus sentimientos conmigo y me sentí importante, porque con escuchar el Tono de su voz supe que era algo importante para él.
Mi mundo giró cuando mi hijo completó la frase: “Mamá, estoy enamorado de Raúl”. Me sentí aplastada, sin duda esto era algo que yo no esperaba vivir, es mas yo no quería hacerlo. Me aterró el pensar en el rechazo y la infelicidad que le esperaba a mi hijo en este mundo, lo imaginé solo, rechazado y apartado, pero más que nada pensé en mí. Yo tenía un plan, quería verlo casado, con hijos, lo quería normal ¿Cómo lo iba a tomar el resto de la familia? ¿Qué le iba a decir a nuestros conocidos? ¿Cómo iba a explicar que mi hijo era homosexual? Sin duda, me envolvió el miedo y comencé a llorar. Me abrazó y trató de hacérmelo entender, yo solo buscaba en mi cabeza en que había fallado, cual era la razón de mi fracaso como madre.
Hablamos durante horas, de su infancia, de sus miedos. Nunca creí que ese muchacho al que cuidé y procuré durante años había incluso considerado quitarse la vida al no poder ser quien los demás esperábamos que fuera. Tuve que tomar distancia, era demasiado para mí, no podía procesarlo. Mientras lo escuchaba comencé a pensar, si este joven que en la vida no me hadado más que satisfacciones no fuera mi hijo, si fuera un conocido que me está abriendo su corazón, yo no podría hacer nada más que admirar su valor ante la vida, su fuerza y la confianza que había puesto en mi. Por eso lo abracé con fuerza y le hice saber que tendría todo mi apoyo, pero no podía seguir viviendo en silencio.
No voy a mentir, no fue fácil, me costó meses asimilar la idea, por las noches me iba a sentar sola en la sala a llorar, pero al paso del tiempo comencé a sentir el cambio de mi propio hijo, ahora reconocía en él a un hombre pleno. Hoy Carlos tiene en mi a una amiga y una aliada: lo acompañé en el proceso de integrar su vida, esa vida que ocultaba, al resto de la familia. Como dicen salimos del closet.
Hace unos meses una de mis amigas perdió a su hija, cuando supo que mi hijo era gay y lo aceptaba me contó la verdad, su hija se suicidó porque temió destrozar a su familia confesando que amaba a una mujer. Que injusto es el mundo, que forma tan absurda de terminar una vida, cuando todo se reduce a amor.
*La autora es orgullosa madre de familia tapatía con una hija y dos hijos, uno de ellos homosexual.
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