Mario Alberto Reyes- enviado
Playa de Jaco, Costa Rica, mayo 18 de 2009.
Sólo acercándose a unos cuantos metros de la playa el calor se aleja de los cuerpos. La suave brisa producida por la fuerza de las olas es un alivio para los tripulantes del Condomóvil. Es mediodía y los rayos del sol caen a plomo sobre esta región ubicada en el Golfo de Nicoya. Ahí se albergan parte de las aguas que conforman el inmenso Océano Pacífico.
Playa de Jaco, Costa Rica, mayo 18 de 2009.
Sólo acercándose a unos cuantos metros de la playa el calor se aleja de los cuerpos. La suave brisa producida por la fuerza de las olas es un alivio para los tripulantes del Condomóvil. Es mediodía y los rayos del sol caen a plomo sobre esta región ubicada en el Golfo de Nicoya. Ahí se albergan parte de las aguas que conforman el inmenso Océano Pacífico.
Es domingo y los bañistas escasean. Pocos son quienes visitan el lugar. Aquí llegan Las Condoneras provenientes de Peñas Blancas -punto fronterizo que divide a este país del territorio nicaragüense-, para promover el uso correcto del condón e impartir lúdicos talleres sobre sexo seguro y protegido.
Las pruebas rápidas de detección del VIH/sida serán para otra ocasión debido a que las leyes prohíben estrictamente su aplicación. Costa Rica es el único país centroamericano y uno de los pocos en el mundo cuyo sistema de salud no termina de convencerse sobre los beneficios de una detección temprana de la epidemia.
No obstante la falta de coordinación que por momentos impera entre los integrantes de Colectivo Sol y algunas de las organizaciones civiles, hasta el momento los resultados de la Primera Gran Ruta Centroamericana de Pruebas de VIH/sida han sido satisfactorios. Donde quiera que se paran Las Condoneras son un éxito total. Las sonrisas, porras, agradecimientos y hasta solicitudes para tomarse fotografías, así lo demuestran.
El escaso número de bañistas no impide a los activistas mexicanos realizar su tarea en traje de baño. La suave arena no es la mejor pasarela para los promotores de la salud. Los vistosos maquillajes y coloridos vestidos esta vez no brillarán.
Algunos turistas se acercan al Condomóvil en busca de información, pero son los lugareños quienes más piden preservativos. Erving es uno de ellos. Amistosamente se acerca para dar la bienvenida a los mexicanos. Tiene 35 años de edad y se dedica a vender tabaco.
No para de hablar. Apresuradamente narra su vida en Nicaragua, de donde es originario. Como muchas personas de su país emigró a Costa Rica en busca de una mejor calidad de vida. No ha sido fácil, pues como sucede con los mexicanos en Estados Unidos, los “nicas” muchas veces son “mal vistos” en tierras ticas. Se emplean sobre todo en el sector de bienes y servicios.
Playa de Jaco es un destino turístico en desarrollo. Algunas de las grandes cadenas hoteleras del mundo están presentes. Por todos lados hay numerosos anuncios para vender lujosos departamentos. Por instantes se asemeja a un pequeño poblado estadounidense. En muchos comercios los anuncios son en inglés y se cobra en dólares. El colón, moneda nacional, pasa a segundo plano.
Luego de unas horas, un par de policías llega para decir al Abuelo, Polo, Marco, y Bernardo que deben retirarse. Los activistas explican que es una ruta para promover la salud sexual y que en México tienen mucha experiencia. “Pues aquí es Costa Rica y deben tener un permiso”, responden
No pasó a mayores. Tras una charla no sólo con esos elementos sino con todo el regimiento la tarea continuó sin contratiempos. Los activistas se retiran de Jaco satisfechos porque además de repartir 250 condones, también brindaron a una decena de policías un taller acerca de cómo protegerse del VIH/sida y otras infecciones de transmisión sexual.
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