CIUDAD DEL CABO, 21 Jul. (Del enviado especial de EUROPA PRESS, Salvador Alcaide) -
El programa Abuelas contra la pobreza y el sida (GAPA, según sus siglas en inglés) ha conseguido "reclutar" ya a alrededor de 250 mujeres de más de 50 años de Sudáfrica a las que ofrece talleres educativos, actividades en grupo y la posibilidad de inculcar a las generaciones futuras la importancia de prevenir las infecciones por VIH.
Gracias al apoyo de la Fundación Bristol Myers Squibb (BMS) y su iniciativa 'Secure the Future', en 2001 nació esta iniciativa cuyo "cuartel general" está en Khayelitsha, el suburbio o 'township' más grande de la región de Western Cape, a 35 kilómetros de Ciudad del Cabo. En él viven más de un millón de personas, la mayoría en una situación de extrema pobreza ante la que este grupo de abuelas trata de poner "la mejor de sus sonrisas", según cuenta Tenjiwe Tutu, de 67 años, que llegó a GAPA hace cinco años.
La historia personal de cada anciana esconde una superación ante todo tipo de adversidades, algunas ya solucionadas, como el 'apartheid', y otras mucho más imborrables de la memoria, como el sida que se ha llevado por delante la vida de un marido, una hermana o un hijo, "lo más duro que te puede pasar" como reconoce a Europa Press Tenjiwe, que perdió a dos hijas fallecidas a causa del sida.
Por ello, ante estos dramas GAPA ofrece la doble posibilidad, por un lado, de que las abuelas retomen las riendas de sus vidas --reciben apoyo psicológico, participan en talleres de artesanía y baile tradicionales, comparten vivencias con otras abuelas llegadas de toda Sudáfrica--, y, a su vez, colaboran en la educación de los niños del suburbio y hacen más llevadera la ausencia de sus padres, en muchos casos, también víctimas del VIH.
Según explica la responsable de 'Secure the Future', Phangisile Mtshali, muchas abuelas deben afrontar la pérdida de una hija asumiendo, al mismo tiempo, la responsabilidad de cuidar a sus nietos huérfanos. "La situación es realmente dura pero ellas siempre tienen una sonrisa, yo no sé si podría hacerlo", afirma gratamente sorprendida de esta actitud.
"Los niños se sienten como en su segunda casa", asegura Tenjiwe, al tiempo que también sirven de terapia para las abuelas que, como ella, en realidad no lo son. ¿Y ellos, los niños? Los más de 100 que acuden al centro de Khayelitsha suelen tener entre 7 y 14 años y al salir de la escuela salen disparados con "sus" abuelas para prolongar el tiempo de recreo, siempre insuficiente a esas edades.
BAILES Y SONRISAS PARA JUGAR Y OLVIDAR
El objetivo es que disfruten de la tarde con sus amigos, bailen, canten, corran, siempre sonriendo, al tiempo que se les educa en unos valores y se les mantiene alejados de los problemas que acechan en los 'townships': delincuencia, pobreza y sida.
El VIH se mantiene imparable en Sudáfrica y afecta ya al 10 por ciento de la población, más de 5,7 millones de personas según ONUSIDA, aunque los propios ciudadanos de Khayelitsha están convencidos de que hay más infectados, entre ellos, muchos de los niños que cada día corren por GAPA.
El problema es que la enfermedad se diagnostica tarde, a pesar de que los test de detección son gratuitos en la sanidad pública sudafricana, generalmente cuando ya presentan síntomas, lo que dificulta su tratamiento y favorece nuevos contagios tanto por vía sexual como de madre a hijo.
Sin embargo, en estos campamentos se intenta que, al menos, las generaciones futuras puedan poner fin a ambas vías de contagio, conociendo desde pequeños la importancia de prevenir una enfermedad destructiva e indestructible. Además, el ejemplo lo ofrecen ellos.
Cuenta Mtshali que el proyecto está funcionando con gran éxito y, prueba de ello, es que en octubre de 2008 un grupo de GAPA acudió a Tanzania para ofrecer "un futuro brillante" a las abuelas de este país, resignadas a sufrir hasta entonces, pero que ahora han decidido reciclarse para convertirse nuevamente en las "madres" y cuidadoras de la familia.
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